sábado, 13 de abril de 2013

LA PÉRDIDA: CUANDO TOCA DECIR ADIÓS...


CUANDO TOCA DECIR ADIÓS...

Las despedidas son un duro trago en muchas ocasiones.

Durante la infancia nos enseñan a hacer amigos, a ser sociables, a tener un lenguaje, a jugar con otras personas, etc... pero no aprendemos a despedirnos, no  aprendemos a dejar las cosas atrás. Y no lo aprendemos, sobre todo, porque no nos enseñan.

Eso viene más tarde, a medida que vamos madurando y abriéndonos a la realidad de que la vida está llena de pérdidas.



Entre ellas, una muy importante para mí es la pérdida de tiempo mental. ¿Cuántas veces has estado en un sitio físicamente y mientras tanto tu mente estaba escapando a otro lugar, quizá kilómetros alejado del actual? A eso me refiero, eso es una pérdida.

A veces lo más difícil es lograr la disciplina mental necesaria para poner la atención en el momento presente, en el aquí y ahora. Es un juego mental complicado pero, de lograrse, puede hacer que vivamos una vida más plena y satisfactoria.

Dejaríamos de enredarnos en cosas sin sentido, dejaríamos de perseguir etapas pasadas de la vida que ya acabaron, dejaríamos de luchar infructuosamente contra los recuerdos y dolores, dejaríamos de lamentarnos de todos los palos que, reconozcámoslo, nos llevamos constantemente.

Despedirse es quizá un arte complicado. Y no nacemos sabiendo cómo hacerlo. Por ello, la receta de la psicología en este sentido pasaría por un entrenamiento progresivo en las despedidas. En ir practicando poco a poco el proceso de decir adiós.

Así, permitiríamos que la mente se fuera acomodando a este proceso sin emitir una respuesta emocional tan negativa y tan mala desde el punto de vista subjetivo. Porque esto, aunque a veces creamos que nos va a matar, posiblemente no lo haga.

Cuando hay una pérdida entramos generalmente en un proceso muy duro llamado duelo. El duelo tiene unos tiempos, unas maneras de hacernos funcionar y una progresión. Y hay que darse tiempo para ir poco a poco reestructurando la pérdida dentro de nosotros.

El dolor será inevitable y es muy necesario. Tratar de evitarlo o camuflarlo bajo los efectos de la medicación sólo funcionará durante un corto periodo de tiempo. A largo plazo, podrá ser peor el remedio que el padecimiento.

La mente debe "asumir" el cambio, debemos empezar a vivir sin aquello que hemos perdido, sea esto una persona, un trabajo, un objeto querido, etc.

Realmente la "mente de duelo" es un estado muy útil de realismo, ya que la persona en esta situación se ancla a la realidad de la pérdida y revisa todo su sistema de creeencias sobre el mundo, pudiendo llegar a tomar consciencia de lo corta e implacable que es la vida.

Ese realismo algo negativo se basa en el presente, donde la atención ya no puede escaparse y se presenta con toda su energía y fuerza. El problema es que se vive de una manera dolorosa y negativa, de la que uno pretende librarse con celeridad. Pero quien acepta pasar por este proceso y aprende a mantener la atención al presente, al salir logrará un entrenamiento en realismo que le ayudará en su vida futura.

La libertad del dolor sólo se consigue a través del mismo. Porque nadie puede abandonar un lugar hasta que ha llegado al mismo.

A veces este camino es oscuro, difícil, tortuoso. En ese caso y de percibir que no se puede hacer solo, es preciso buscar ayuda. La gran mayoría de las veces con los amigos y familia basta y sobra. Pero hay veces que no, que hace falta algo más. Desde aquí, os recomendamos acudir a un psicólogo, a ser posible de orientación congnitivo-conductual por ser la que más apoyo tiene de la investigación científica.

Cuando vayas hacia el dolor serás libre. Serás libre cuando comprendas. Comprenderás cuando elijas. Elegirás cuando tengas dudas. Las dudas son la norma. La norma puede cambiarse. Y lo que cambia, es que está vivo...

Nos despedimos con un canto al realismo de la vida, de la mano de Gustavo Adolfo Bécquer, en una de sus "Rimas"

Al brillar un relámpago nacemos
y aún dura su fulgor cuando morimos,
¡tan corto es el vivir! 


La gloria y el amor tras que corremos, 

sombras de un sueño son, que perseguimos. 
Despertar, ¡es morir!

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Autor:
Aitor Jaén Sánchez, Psicólogo
www.lasbatallasdelamente.blogspot.com
terapia2009@ya.com
Reproducción autorizada citando la fuente.


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