lunes, 10 de octubre de 2011

LAS TRAMPAS DE LA AUTOESTIMA Y EL EGOÍSMO (parte 1)

La autoestima es una palabra muy utilizada hoy en día. Tan utilizada, que a veces cuesta hacerse una buena idea de si es posible conseguir o no un nivel adecuado, a tenor de lo que parece ser "adecuado" Tampoco se preocupen mucho por esto, el sistema actual está configurado de tal forma que siempre tengamos alguna que otra carencia, lo que nos llevará a "consumir" el producto o servicio que nos "hace falta" y así acabar completos... hasta una nueva vuelta en el ciclo.

La autoestima podríamos decir que es la cualidad de valorarse uno mismo, cualidad que genera no pocos problemas porque… ¿respecto a qué patrón, guía o elemento de referencia me valoro? Y es por esto que aquí surge una de las trampas más complicadas y difíciles de evitar, uno de los elementos más dañinos para la persona si no es adecuadamente tratada.

El hombre es un ser social, inevitablemente nos tenemos que relacionar con los demás para poder desarrollarnos como individuos. Nuestra especie ha evolucionado por la capacidad de comunicarse de manera simbólica y por la capacidad de trabajar en grupo, organizando las diversas estrategias de supervivencia.

Nacemos necesitando a los demás para que nos atiendan en aquellas necesidades más básicas.


Según Maslow (1) serían estas las necesidades que hay que satisfacer para obtener un adecuado desarrollo como personas:


Desde la cuna, e incluso antes, ya nos estamos comunicando con los demás, por lo que nuestra mente social está en pleno desarrollo y crecimiento. Esto se hace actualizando el potencial que tenemos almacenado en nuestros genes mediante el aprendizaje y las relaciones sociales tempranas. Se trata simplemente de hacer aquello para lo que estamos preparados por la naturaleza, sin magias de ningún tipo.

A medida que crecemos, aprendemos ciertas normas de comportamiento y recibimos mucha información acerca de nuestras conductas. Por ello, se nos refuerza y felicita cuando hacemos algo bueno y se nos reprende y castiga cuando hacemos algo fuera de las normas.

Y he aquí la trampa porque… ¿Qué normas son las adecuadas? ¿Es justa la valoración que hacen estas normas de nuestras conductas? Es difícil abordar esta cuestión pero seguro que todos podemos obtener un mínimo denominador para lo que podría considerarse “correcto”. El problema es que hay una enorme variabilidad en la cual nos podemos perder y no encontrar apoyo o referencia.

Aprendemos a mirarnos en los demás desde la cuna. Según nos respondan, nos atiendan, nos traten, nos refuercen, nos castiguen, según la cualidad del vínculo con las figuras que son importantes nos desarrollamos con unas ideas, creencias y normas acerca de lo que está bien o lo que está mal. Esto puede ser fuente de no pocos problemas porque… ¿qué ocurre si en mi hogar expresar malestar, enfado u otras emociones era algo censurado? Pues sucederá que tendré que reprimir esas emociones para evitar el castigo y por lo tanto, cuando sienta eso, tendré que llevarlo a otro terreno, donde es posible que me haga bastante daño, ya que las emociones tienen un sentido fundamental para la vida y por lo tanto, se acaban expresando siempre, aunque sea de forma indirecta.

Por ello, aquí y ahora como adultos, podemos pararnos y observar las emociones que sentimos y simplemente dejarlas estar, es decir, observarlas como si no hubiera nadie que las pudiera criticar o censurar. Preguntémonos ¿A dónde nos lleva esta emoción? ¿Qué podría obtener de la energía que moviliza?

Es importante saber cómo eran y cómo son los espejos en los que aprendimos a mirarnos, para saber si la imagen que nos devolvieron en su momento fue buena o no, ya que eso estará condicionando ahora mismo nuestra vida y nuestros problemas personales.

Respecto a ciertas cosas, hay que marcar normas y mantenerlas. Por ejemplo, respecto a la educación de los niños, es preciso obligarles a que se esfuercen y que aprendan todo lo posible, porque hay un objetivo posterior de enorme importancia: generar recursos y potenciar un desarrollo que les permita ser independientes cuando lleguen a la vida adulta. Por ello, en determinadas situaciones y contextos, la norma debe ser un poco más rígida para evitar que se incumpla. Esto trae problemas en el corto plazo, pero sin duda ayudará en el largo plazo a la persona, que tendrá un referente fuerte del que tirar en caso de necesidad.

Ahora bien, respecto a las emociones no hay más normas que las que cada uno se quiera poner, ya que cada uno tiene un sistema de valores respecto al cual juzga la vida y actúa por ello en consecuencia. Y ojo, porque este sistema también puede revisarse y cambiarse si el individuo lo desea. Somos libres para creer y dejar de creer, para juzgar y legislar sobre nuestras conductas y pensamientos.

Sólo hay que darse cuenta de qué criterios estoy usando para juzgar mi vida y tomar mis decisiones, sobre qué elementos estoy valorando mi persona y sobre qué ojos estoy mirando… es posible que me descubra valorándome por los ojos o los criterios de alguien cercano e importante para mí, pero es posible que pese a eso no esté de acuerdo con el resultado de la valoración.

Nacemos solos, vivimos solos y morimos solos. Podemos parar y analizar nuestra mente. Hagámoslo, decidamos el criterio por el que nos valoraremos, decidamos el resultado de esa valoración. ¿Estáis preparados?

Tengan siempre presente una cosa: somos libres de elegir, siempre. Creemos estar atados por las cosas, por el tiempo pasado, por lo que hemos sido, pero todo eso es una falacia. A veces, el automatismo de nuestros actos, pensamientos, sentimientos, etc... nos lleva por los derroteros harto conocidos para nosotros de la rutina y la costumbre. Pero es no implica que no se pueda romper la cadena, que no se puedan plantear nuevas opciones. El primer paso es entonces la consciencia de la situación, de lo que sentimos, de lo que pensamos, de lo que queremos. Pero esta sola consciencia no sirve, darse cuenta de algo que quiero cambiar no es suficiente, hay que plantear nuevos pasos. Y en este nuevo "plantear" está nuestra libertad de elegir, acertada o desacertadamente, nuestro futuro.


Salud y ¡Salve esclave!


Autor:
 Aitor Jaén Sánchez
Reproducción autorizada citando la fuente.


-------
NOTAS:
(1)- Maslow, A. (1985). El hombre autorrealizado: hacia una psicología del ser. Bs. Aires: Troqvel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hola, puedes dejarnos si lo deseas un comentario. Éste será revisado y publicado si cumple las mínimas reglas de educación, respeto, tolerancia, etc...